lunes, 7 de marzo de 2022

CUANDO NADA ES SUFICIENTE

Las cosas no tienen valor en sí mismas; nosotros se lo otorgamos en la medida que les encontramos utilidad. ><. Ejemplos: puede ser que una piedra no me motive a adquirirla y que tampoco me dedique a cincelarla con cuidado; sin embargo, para Miguel Ángel y su arte debió haber sido muy valiosa. Si estoy mirando televisión y tengo una botella de agua en la mano, no le doy a esta agua el mismo valor que si me encontrara en un desierto o atrapado en una mina y fuera la única con la que contara. Las cosas se consideran más valiosas cuando son escasas. ><. Con la felicidad y todo lo demás ocurre algo parecido; lo apreciamos más si no lo tenemos. Si me urge dinero, creo que tenerlo me hará feliz. Si nada me duele, no padezco hambre ni sed y tengo para pagar mis cuentas, no necesariamente aprecio ese estado como felicidad; puede ser que mi mente pida alguna otra cosa “escasa”. ><. Ciertamente puede haber muchas cosas que nos hagan sentir insatisfechos, pero hablemos de cuando nada nos basta. Sentimos una voracidad que nos consume, como alguien que dice: “Comí mucho, estoy lleno, pero siento hambre”. Es fácil encontrar ejemplos. El rico que ya posee millones y quiere más. El político que tiene poder y busca la manera de aumentarlo. El que cohabita con un par de parejas sexuales y desea conquistar a otras más. El que ostenta un cuerpo hermoso y sano y le hace cirugías para que esté más lindo todavía. ¡Más, más, más, lo que tengo no me basta! ><. El “nada es suficiente” no solo se presenta en personas que ya poseen mucho de algo, también puede observarse en gente común que vive al día. Su atención no se dirige a lo que posee (poseerlo le parece normal, poco importante o, por lo menos, insuficiente), sino que su mirada está puesta en sus imágenes fantasiosas de cómo debería ser la vida. Frente a la imaginación, la realidad siempre pierde. O puede ser que tenga su mirada en los bienes de los demás: “aquel imbécil trae un coche último modelo, este tonto gana más que yo, ese feo cara de sapo anda con una preciosidad de mujer, el más burro de mi salón ahora tiene un puesto político...” ><. Ya en otras ocasiones he hablado de los padres imaginarios que viven bajo nuestra piel y nos siguen gobernando. Esta voracidad puede ser herencia de ellos. Es probable que estemos tratando de complacer a unos padres exigentes o perfeccionistas que nos regañaban si obteníamos ocho en lugar de diez, o se enfurecían porque nos encontraban mirando la televisión en lugar de estar haciendo cosas útiles, y en cualquier logro, en lugar de decir “qué bien, te felicito” exclamaban “a la otra te va a salir mejor” o “mira, te faltó esto”. ><. A cualquier edad, somos capaces de grandes sacrificios para complacer a los padres imaginarios y repetir sus historias, incluso si ya han muerto. Podemos romper la propia relación a la edad que ellos rompieron la suya, enfermar de lo mismo, arruinarnos igual que se arruinaron, volvernos alcohólicos, trabajólicos o cascarrabias como los vimos que eran, etc., etc., O sentirnos muy mal porque no obtuvimos los logros o la fama que ellos obtuvieron. ><. Para que sea suficiente lo que poseemos es necesario valorarlo, felicitarnos y dar las gracias aunque sea algo pequeño. “Hoy fui capaz de dar dos vueltas al Metropolitano, me felicito”, “hoy cuento con lo suficiente para comer y vestir, gracias, me felicito”, “hoy todos en casa estamos sanos, gracias, merecemos una felicitación”, “lo que soy y lo que tengo es suficiente, gracias, me felicito”. ><. Lo anterior de ninguna manera significa que renunciemos a tener ilusiones y ambiciones que nos motiven, son un ingrediente importante de la vida. Es solo aprender a disfrutar con lo que ya somos y tenemos.><. “Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com

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